Nos quedabamos el casa de mi tío, destinado allí por motivos de trabajo. Estaba en un pueblo de Italia, Follonica. Todos los días bajábamos una pequeña calle que nos llevaba a la playa, el agua no cubría hasta muy lejos de la orilla y era transparente y cálida.
Pero la rutina de la misma playa diariamente no era de nuestro agrado e ibamos a otras de los alrededores.
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